La gestión de ambos, con sus matices, dificultará las necesarias reformas del Estado.
Ambos se han sacado fotos con la maldita motosierra. En el mundo de la IA y las nuevas tecnologías esa brutal herramienta de corte es el símbolo de lo que ambos representan: crueldad, desprecio, ignorancia e ineficiencia.
Tanto Elon como Federico fueron bien recibidos por sectores de las finanzas y los negocios que quieren deshacerse de regulaciones y por un sector social al que se le ha vendido que el Estado es un elefante dispendioso e inútil. Es innegable que tanto el Estado argentino como el estadounidense necesitan una reforma que lo haga responsable, confiable, eficaz y transparente. Sin embargo, los métodos empleados por ambos “ajustadores” han sido traumáticos, poco eficientes y, finalmente, inútiles.
Musk ya renunció a su cargo el 28 de mayo mediante una publicación en X, su red social. Steve Davis, su lugarteniente, quien supuestamente dirigía gran parte de la operación, también se fue, y Katie Miller, vocera de DOGE y esposa del subjefe de gabinete de Donald Trump, Stephen Miller, también dio las hurras.
La salida se produce tras dos entrevistas, una con el Washington Post y otra con la cadena CBS, en las que Musk admitió haber avanzado menos de lo esperado. «La situación de la burocracia federal es mucho peor de lo que pensaba», declaró al Post. En declaraciones a la CBS, criticó el nuevo presupuesto de Trump por socavar su estrategia de reducción de gastos al aumentar la deuda. Afirmó que no quería criticar a Trump, pero que tampoco quería «asumir la responsabilidad de todo».
Tras comprometerse a ahorrar 2 billones de dólares en gasto federal, por un lado, Musk eliminó la ayuda exterior (USAID) Según Brooke Nichols, economista de la salud de la Universidad de Boston, los recortes a la ayuda exterior podrían haber causado ya 300.000 muertes, 200.000 de ellas niños, por hambre y enfermedades infecciosas. Por el otro, despidió a decenas de miles de trabajadores, muchos de los cuales recuperaron sus trabajos luego de una orden judicial o porque desempeñaban tareas clave que los “genios” de DOGE no comprendían. Sin embargo, la ayuda exterior e incluso los salarios federales representan solo una pequeña parte del gasto público. Según la propia contabilidad dudosa de DOGE, se lograron ahorros de 175.000 millones de dólares. Según cifras del Tesoro, el gasto general, de hecho, siguió aumentando. A pesar de analizar los sistemas de datos más sensibles del gobierno, los jóvenes ingenieros del Sr. Musk tampoco lograron descubrir mucho fraude, sostiene The Economist.
Por estas playas, Sturzeneger se ufana de haber echado a 50.000 empleados de la administración pública generando un ahorra de 4000 millones de dólares – lo cual es mentira – a la vez que arremete contra regulaciones que abren a las empresas internacionales los mercados locales tales como la navegación interior – algo que ni Musk se atrevió a tocar.
¿Eso quiere decir que el Estado está bien gestionado? No, eso quiere decir que el Estado debe mejorar permanentemente y sus organismos deben ser ágiles y replantearse desde adentro, desde un consenso democrático y no desde el castigo y la represión como plantea el gobierno del presidente Milei.
Mientras tanto, Musk se ha peleado públicamente con el presidente Trump quien amenaza con quitarle los subsidios – si, subsidios – y contratos que las empresas del sudafricano tienen con el Estado Federal. En un solo día de pelea Musk perdió 34.000 millones dólares de su patrimonio. No creo que a Sturzeneger le pase eso, tal vez tenga que recurrir a sus consultoras amigas para poder subsistir después de que fracase, nuevamente.
Como siempre, el desastre caerá sobre los viene públicos y sobre la idea lógica y democrática de las necesarias reformas que los Estados deben emprender para servir mejor a sus ciudadanos y desplegar políticas públicas que beneficien a todos.
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