Relato mata dato

Sacrificar la torre

Luego de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos asumieron el liderazgo del mundo libre. Una guerra europea que fue envolviendo a colonias y países diferentes no pudo ser soslayada. Pearl Harbor mediante, la joven nación puso en marcha una fenomenal industria de guerra al servicio de los rencores del viejo mundo.

La frutilla de ese postre fue el lanzamiento de las dos bombas atómicas sobre Japón para dejar establecido quien mandaba en el mundo. Pero ese liderazgo no iba a tener un aspecto de poder desnudo, se iba a vestir con los ropajes de la democracia, el desarrollo económico y la cooperación entre aliados. Así, las instituciones de Bretton Woods y las Naciones Unidas serían el instrumento – más allá de las bases militares plantadas en todo el mundo – y el dólar la moneda hegemónica para el floreciente comercio mundial.

El enemigo de la libertad – la Alemania nazi – había sido derrotada junto a sus socios fascistas del Eje y la reconstrucción de Europa se haría para frenar el influjo del comunismo soviético. Toda la ayuda económica del Plan Dawes – o Marshall como es más conocido – y la conformación de una fuerza militar liderada por los EE.UU. dieron a la Europa devastada otra oportunidad de regenerarse. Y así sucedió hasta que la caída del Muro en 1989 desbalanceó un sistema europeo protegido por EE.UU. y llevó a una crisis terminal al Estado de bienestar instaurado en 1945.

De golpe, o no tanto, el movimiento ultraderechista MAGA decidió volver al poder desnudo: páguense su seguridad, su equilibrio económico y afronten solos la crisis energética, política y social que se desata sobre sus antiguos territorios. Lo dramático es que en el mismo féretro del poder blando van una visión del mundo liderado por los valores ya expresados.

A la secta MAGA le importa un bledo que exista un mundo de democracia, libertades civiles y Estado de derecho. Además, ya no tiene cómo sostenerlo.

Hace una semana se ha desatado una campaña hostil – sobre todo de Elon Musk en X – contra Europa y, especialmente contra la UE. A la misma secta tampoco le importan esos valores en su casa y en el continente americano al que ha vuelto a considera su “patio trasero” – tal como declaró Marco Rubio hace unos días.

Para que todo esto quedara más o menos asentado, la semana pasada, la administración Trump publicó su Estrategia de Seguridad Nacional, un documento de poco vuelo cuyo objetivo, expresado en la página 7, reza: “Ante todo, queremos la supervivencia y seguridad continuas de Estados Unidos como una república independiente y soberana cuyo gobierno garantiza los derechos naturales otorgados por Dios a sus ciudadanos y prioriza su bienestar e intereses”. Nada de derechos civiles, sino divinos y nada de democracia, sólo república.

En ese contexto quedan claras dos cosas: odian a Europa – podría decirse que consideran a Canadá como parte de la UE – porque se está empecinando en mantener un sistema de valores que la Casa Blanca ha dado de baja y consideran al continente americano su zona de seguridad y fuente de recursos naturales estratégicos. Obviamente, apoyarán a aliados como Javier Milei, Nahib Bukele, Daniel Noboa, Santiago Peña y Rodrigo Paz e influirán para que los gobiernos progresistas sean derrotados por aquellos partidos de derecha que se plegarán a los deseos de Washington. Una reedición de la Doctrina de Seguridad Nacional en la que la FF.AA. todavía no ocupan un papel importante, aunque el uso de la fuerza sin base legal ya está siendo testeada en el Caribe con el hundimiento de lanchas supuestamente narco. O se ejercita la coacción sobre Venezuela con un despliegue bélico cercano, a la vez que el ex presentador de la tele Pete Hegseth intenta revivir un “espíritu guerrero” en las FF.AA. de su país.

Del mismo modo, en Europa apoyarán a los partidos de derecha como el neonazi Adf alemán, que sostienen, junto con MAGA, el supremacismo blanco por sobre la “inmigración masiva” de negros, musulmanes, africanos, etc. que amenazan la civilización del hombre blanco.

Europa se defenderá como pueda. Sostiene a Ucrania – abandonada por Trump a su suerte – en su guerra contra Rusia y golpea la intervención de los tecno oligarcas estadounidenses multando a X por incumplimiento de sus normas de transparencia – otra explicación para la inquina reciente del sudafricano -, además de mantener regulaciones tecnológicas que les ponen barreras a los monopolios de Silicon Valley.

Pero además debe defenderse de China que se ha cargado a la industria alemana – sobre todo la automotriz – y que amenaza el cordón de la “blue banana” que va de Londres a Milán y que concentra la industria y el diseño europeos.

El capitalismo estadounidense ha decidido “entregar la torre” – ya bastante comprometida – para salvar su pellejo, lo que implica que ha comenzado un imperialismo de retirada para refugiarse en su territorio y área de influencia reviviendo una Doctrina Monroe para el resto del continente.

La jugada, entonces, tiene dos consecuencias impactantes: debilita a Estados Unidos frente a su único rival geopolítico serio, China y es el reconocimiento de que los EE.UU. ya no pueden sostener esa posición, básicamente porque su economía está en una grave crisis.

En el ajedrez, sacrificar la torre puede ser una táctica para ganar en otras áreas o desbaratar la jugada del rival o ganar la iniciativa, incluso la antesala de un jaque mate. Pero nada de esto parece estar a la vista cuando China comienza dominar todos los resortes. Como señaló Elisabeth Economoy en FA: “Estados Unidos no solo está renunciando a su papel en el sistema internacional actual. Se está quedando atrás en la lucha por definir el futuro.”

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Politólogo UBA, Master FLACSO, pelotari Centro Navarro.