Relato mata dato

La Championli

Al presidente argentino Javier Milei se le han pegado ciertas metáforas futboleras de su socio forzoso, Mauricio Macri. Así, a su viaje partidario para exponer en la convención conservadora de ultraderecha CPAC, en Maryland, lo consideró un periplo a un foro similar a la Champions League. Nada más alejado de la realidad, aunque la realidad misma esté siendo desafiada todos los días.

La Fundación CPAC (Conservative Political Action Conference) fue creada en 1964 como un think tank de grupos conservadores estadounidenses. Diez años después inició una modalidad de reuniones públicas y su primer orador fue Ronald Reagan. Y 50 años más tarde tuvo lugar la última reunión de un CPAC dominado por grupos de ultraderecha, un candidato a presidente (Donald Trump) y una serie de líderes – sobre todo latinos – de ultraderecha entre los que se destacan: Santiago Abascal, Javier Milei, Nayib Bukele, Nigel Farage (el padre del Brexit) y Eduardo Bolsonaro (el diputado hijo de Jair). CPAC tiene filiales en Japón, Australia, Corea del Sur, México, Brasil y Hungría.

La popularidad de esta reunión periódica ha ido disminuyendo con el tiempo y con la apropiación que hizo de la misma Donald Trump, obligando a muchos conservadores “de la primera hora” a realizar una convención paralela (Principles First, en Washington), aunque lógicamente, sin repercusión alguna.

La británica y efímera Liz Truss fue oradora junto al infaltable Steve Bannon, la novata Patricia Bullrich practicó un inglés paupérrimo – el único que habla correctamente es Bukele – que sigue a sol y sombra a su presidente y, por supuesto, el propio Trump que habló mientras le ganaba la interna a Nikki Haley en el propio estado (Carolina del Sur) de la única competidora que tiene el ex presidente para la candidatura republicana de noviembre próximo.

También asistieron miembros de la ultraderechista Alternativa para Alemania, del Partido Republicano de Rumania y una serie de funcionarios electos de distintos estados de la Unión, todos ellos republicanos.

Para tener una idea del calibre de esta Championli, la ex primer ministra Liz Truss habló quince minutos acerca de que “hay que salvar a Occidente” – su nuevo libro – en una sala de conferencias que estaba a medio llenar, intercalada entre un activista social conservador que insistió en que «no existen tal cosa» como los niños transgénero y un autor de extrema derecha que aseguró que el ataque del 6 de enero al Capitolio fue “el mayor ejemplo de brutalidad policial” en Estados Unidos desde el movimiento por los Derechos Civiles.

La conferencia que antes contaba con importantes patrocinadores corporativos ahora lucía un hall de entrada en el que se podía jugar a un flipper electrónico temático del 6 de enero y se vendían tableros vibratorios para perder peso simplemente parándose sobre ellos, junto al merchandising CPAC y MAGA. El hotel que alguna vez estuvo lleno de asistentes parecía medio vacío mientras se celebraban otras conferencias simultáneamente.

Trump es la estrella del evento. La conferencia de este año se realizó bajo el mantra «MAGA»: Estados Unidos debe ser «grande» y más conservador – con Trump al mando. En su discurso estelar el blondo prometió que, si es elegido, Estados Unidos será “más rico, más seguro, más fuerte, más orgulloso y más hermoso que nunca”. ¿Crimen en las grandes ciudades? Una cosa del pasado. “Chicago podría resolverse en un día”, dijo Trump. «Nueva York podría resolverse allí en medio día». Ese fue el nivel discursivo del dueño de la “Championli” y de la mayoría de los asistentes.

Pero la metáfora no es casualidad. En la liga más importante del fútbol mundial sólo juegan los mejores, algo así como uno de los pocos ejemplos de meritocracia que podríamos ver en nuestra sociedad, lo que es totalmente incomprobable cuando se trata de políticos claramente fanatizados, cultores de la personalidad e intermediarios de fuerzas sobrenaturales que han venido al mundo para salvarlo de enemigos imaginarios. Trump agitó el miedo – al igual que lo hizo en 2020 profiriendo decenas de mentiras – ante un eventual triunfo de Biden, diciendo que colapsará el sistema de salud, el país se quedará sin energía y una serie de calamidades idénticas a las proferidas anteriormente. En ese sentido el CPAC no varía mucho de una congregación evangelista y Trump no se diferencia del célebre predicador Jimmy Swaggart (88).

Los actuales oradores del CPAC son personas que esgrimen pocos argumentos racionales, pero están pletóricos de sentimientos de odio y amor; despiertan pasiones en un público que cree que la racionalidad globalista es la causante de sus males y que la vuelta a una edad de oro – que no se sabe muy bien cuál es – en donde todo era más sencillo y cercano es la meta que les propone su líder. Como le gusta decir a la candidata que salió tercera en la Argentina: “Es todo o nada”, sin que sepamos bien qué es una cosa y qué es otra.

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Politólogo UBA, Master FLACSO, pelotari Centro Navarro.