Relato mata dato

Generación Z

Se dice que los Millennials, o Generación Y – la cohorte demográfica que nació aproximadamente entre 1981 y 1996 – fueron los organizadores de los diferentes movimientos “primaverales” del mundo árabe que comenzó en Túnez, en 2010, y se esparció por Marruecos, Argelia, Mauritania, Kuwait, Omán, Libia, Siria, Irán y Arabia Saudita. A través de las redes sociales convocaron a protestar contra regímenes autocráticos de larga data que desoían sus reclamos, eran abiertamente corruptos y mantenían un inmovilismo social exasperante. Muchos autócratas cayeron ante el embate, pero las acciones desembocaron en un estado de situación peor al anterior sin que se hayan cambiado las condiciones estructurales que causaron las revueltas.

Sin organización y con serias sospechas de haber sido un movimiento manipulado o cooptado por intereses nacionales y trasnacionales, la primavera árabe se marchitó sin haber logrado más que muerte, destrucción y retroceso.

Ahora, la Generación Z – los nacidos entre 1997 y 2012 – una capa demográfica que no conoce un mundo sin internet, teléfonos inteligentes, ni redes sociales, es la que convocó a un movimiento similar que comenzó en 2021 en Birmania y se diseminó por Sri-Lanka, Irán, Kenia, Serbia, Mozambique, Corea del Sur, Turquía, Grecia, Mongolia, Macedonia del Norte, Tailandia, Indonesia, Togo, Nepal, Francia, Filipinas y Bangladesh. En Birmania, Indonesia y Nepal todavía se libran guerras civiles como derivación de las primeras manifestaciones.

En nuestro continente la ola comenzó este año en Perú, originada a partir de las protestas por la reforma de corte neoliberal del sistema de pensiones, logrando desalojar a Dina Boluarte de la presidencia, sin que ello constituya una rareza en ese país, acostumbrado a las idas y venidas de su descalabrado sistema político.

Luego apareció en Paraguay, que, según el índice sobre percepción de la corrupción elaborado por Transparencia Internacional en 2024, ubica al país gobernado por el moderno Santiago Peña como uno de los países más corruptos del continente americano. Ese fue uno de los motivos de los jóvenes paraguayos para convocar por redes sociales a protestar contra su gobierno.

Y la semana pasada, en México, la generación Z convocó a una marcha hacia la plaza El zócalo tras el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de la ciudad de Uruapan, ubicada a 400 kilómetros al oeste de Ciudad de México, en medio de las celebraciones del Día de los Muertos.

La generación Z actuó también en repudio a la corrupción, la desigualdad y la falta de oportunidades. Sin embargo, el movimiento y la manifestación que terminó con serios disturbios, intentó ser capitalizada por los líderes opositores al gobierno de Claudia Scheinbaum, que mantiene altos niveles de aprobación, y que ordenó vallar la casa de gobierno ante la posibilidad de que los manifestantes quisieran tomarla. Esa “toma” estuvo fogoneada por posteos en las redes sociales que obedecen a los adversarios políticos de la presidente.

Algunos influencers de las redes sociales de la Generación Z mexicana dijeron que ya no apoyaban las protestas. Mientras que figuras de la tercera edad como el expresidente Vicente Fox y el multimillonario mexicano Ricardo Salinas Pliego publicaron mensajes en apoyo de las mismas.

Manipulados o no, tanto los millenials de la primavera árabe, como de la Generación Z que ahora se expresa en el mismo sentido y con los mismos reclamos, son movimientos que canalizan el descontento y la desesperación de sociedades cada vez menos inclusivas, pero no logran articular la propuesta de cambio, ni ser ellos mismos sus agentes. Son más parecidos a un movimiento de consumidores insatisfechos que sólo quieren un mejor producto, que a un conato revolucionario que quiere cambiar el mundo.

Hay un agravante, la generación Z descree de las instituciones de la sociedad que integra, entre las cuales están los partidos políticos, por lo que es seguro que sus acciones, por más masivas que sean, sólo terminarán afianzando todo aquello a lo que se oponen.

Paradójicamente, la derecha es la que ha convocado a sus filas a los descontentos con el mismo discurso desplegado por las dictaduras militares de todo pelaje, ofreciendo: mano dura, austeridad, retornar a los valores perdidos (¿?), la definición del enemigo, la vuelta de la religión al ámbito estatal y la desconfianza hacia las instituciones “modernas” (partidos, sindicatos, Ong) y los marcos normativos internacionales de la posguerra.

Hay otra “contra” que tiene la generación Z: estamos ingresando a un mundo dominado por la gente mayor, más débil, acojonada, conservadora y esa tendencia irá en aumento dado los declinantes índices de natalidad, por lo que la próxima generación – sea cual sea su rótulo – será aún menos significativa, aunque no necesariamente menos ruidosa. Por ahora sólo han aportado a la visibilidad de los problemas, pero han arrojado a sus países a los brazos de la derecha, afianzando todo aquello que origina las protestas.

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Politólogo UBA, Master FLACSO, pelotari Centro Navarro.