El periodismo político nació al calor de la Revolución Francesa como instrumento para dar forma a la opinión de una naciente ciudadanía. Desde sus inicios el periodismo tuvo la intención de influenciar sobre la sociedad y lo hizo a través de la palabra escrita.
De la octavilla a los medios masivos hubo un cambio de tecnologías y escala y un creciente interés por hacer más efectiva la influencia, acompañada de la publicidad. Pero de los llamados mass-media a las redes sociales ha ocurrido un salto cuántico, sobre todo con la manipulación a manos de bots, la aplicación de algoritmos y, ahora, la IA.
En la actualidad, el aumento de los bots que simulan la interacción humana en línea está dificultando el uso de las conversaciones en las redes sociales como un indicador de la opinión pública. Esa manipulación está afectando la esfera pública y generando hasta fraudes. Veamos algunos ejemplos.
Elon Musk, el hombre más rico del mundo, dueño entre otras cosas de la plataforma social X acaba de violar las reglas de su propia empresa que especifican la prohibición de compartir mensajes falsos que puedan engañar a los usuarios de la plataforma, publicando una deepfake que representa a la candidata demócrata, Kamala Harris vestida con un traje rojo y símbolos comunistas, tal como la caracteriza Donald Trump, a quién Musk apoya.
Ese video, que ya circulaba por la red marcado como una parodia, fue reposteado por Musk sin aclarar esta condición. En un momento de la historia en que la verdad parece no importar, el reposteo recibió 56.000 comentarios, 239.000 reposteos y casi un millón de Me Gusta.
La propia legislación estadounidense deja claro que este es un acto problemático. La Ley de Campaña Electoral Federal de los Estados Unidos del año 1971 especifica claramente que está prohibido calumniar tanto candidatos como partidos políticos, o publicar información tergiversada como mínimo. El problema es que esta normativa tiene más de medio siglo, por lo que no contempla el fenómeno deepfake, bastante propio de nuestros días.
Sin embargo, Musk se justifica diciendo que consultó a un experto que le dijo “que la parodia no está prohibida en los EE.UU.”, una forma poco elegante de tirar la pelota fuera del estadio y de ratificar que al señor Musk le interesan bien poco las reglas que nos sean las que él impone a través del poder de sus corporaciones. Por eso es amigo de Trump, saluda a Javier Milei y es artífice del experimento mundial en el que las elites conservan el poder con discursos y apoyos sociales que antes eran propios de la izquierda.
Los actores maliciosos, léase la ultraderecha, pueden usar la IA para trastocar los debates y hasta rebatir políticas públicas, especialmente al hacer que las opiniones atípicas parezcan más generalizadas en las redes sociales.
El activista conservador cubano-estadounidense Robby Starbuck ha ganado notoriedad por sus publicaciones en las redes sociales que cuestionan las políticas de inclusión, equidad y diversidad (DEI) de varias grandes corporaciones como Ford, John Deere y Harley-Davidson, las que han cedido ante lo que sus directivos consideran un gran rechazo de los consumidores por lo expresado en redes sociales.
Pero ese rechazo mediático sobre un tema divisivo fue generado por bots, según los expertos de la firma de relaciones públicas y marketing Jackson Spalding.
El abandono de las DEI por parte de estas empresas generó un 77 por ciento más de menciones en los medios y aproximadamente un 40 por ciento más de interacciones en las redes sociales que las campañas iniciales contra la DEI de Starbuck. Esto se debe a que la actividad de los bots no está impulsada por publicaciones orgánicas, sino más bien por reposts o me gusta, dice Justin Williams, líder de prácticas digitales y analíticas en Jackson Spalding.
«Si su primera suposición es que decenas de miles de personas conocen este tema y le han prestado atención, entonces esperaría que cuando salgan noticias [sobre el cambio de política], en realidad se enfríen las cosas, pero ocurrió lo contrario», dijo.
«Había menos humanos [que] realmente estaban prestando atención en ese momento, pero tan pronto como los medios nacionales lo recogieron, amplió la audiencia y diversificó la cantidad de personas que estaban creando contenido original al respecto». En definitiva, los bots se utilizan para manipular la opinión pública influyendo sobre el algoritmo de viralidad», dice Guy Tytunovich, director ejecutivo de la plataforma de ciberseguridad CHEQ.
Los bots están diseñados para engañar al algoritmo para que «piense» que ciertas publicaciones son confiables, relevantes e interesantes como para mostrarlas a más personas, lo que hace que parezcan más virales de forma orgánica, dice.
Este uso de bots puede causar grandes divisiones y amenazar la democracia, agrega Tytunovich. «Cuando los bots están involucrados, básicamente están convirtiendo un evento similar al Super Bowl a cosas que no lo son», dice Williams. «Por lo tanto, es importante comprender que el volumen no siempre equivale a profundidad».
Pero de Musk y Starbucks que están en la misma vereda apoyando a un gran mentiroso y mitómano como Donald Trump pasamos al simple fraude por dinero. En un caso reciente, Michael Smith, un productor musical de Carolina del Norte, fue arrestado por usar IA para crear y publicar cientos de miles de canciones, y luego implementar miles de bots para «escucharlas» y monetizar el resultado en las plataformas que pagaron unos 10 millones de dólares en concepto de regalías por la enorme cantidad de reproducciones recibidas, según informó The New York Times.
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