Relato mata dato

Taylorismo, fordismo, posfordismo y… ¿Algorismo?

La tecnología lo cambia todo, menos las relaciones de poder.

Las nuevas formas de producir incorporan aplicaciones cuyo algoritmo reemplaza a los antiguos supervisores del fordismo y las tareas que todavía daban alguna autonomía a los trabajadores del posfordismo.

Aplicaciones como Harvest, Connecteam o ZoomShift, controlan tiempo y espacio de los empleados “ayudándolos” a ser más eficientes, a través de la gestión algorítmica (GA).

Los ejecutivos pueden ver, en tiempo real, cientos de datos sobre sus trabajadores, desde su velocidad de trabajo hasta cuántas veces entran y salen de su aplicación de trabajo. Mientras tanto, los trabajadores suelen tener poco o nulo acceso a la información sobre su propio desempeño. Esta enorme asimetría de información otorga a las empresas el poder de usar los datos de los trabajadores para incrementar la explotación.

Una encuesta reciente de la OCDE reveló que el 90 por ciento de los centros de trabajo en Estados Unidos utilizan al menos una forma de gestión algorítmica, en tanto tres de cada cuatro empresas utilizaban diez de las quince herramientas de GA identificadas en la encuesta.

Esta cifra es del 79 por ciento en países de Europa, mientras que la intensidad del uso de estas herramientas es menor, encontrando que la mayoría de las empresas utilizaban entre tres y cinco aplicaciones.

Antes de la era de la GA, las empresas contaban con mandos intermedios que registraban y proporcionaban retroalimentación sobre el rendimiento de los trabajadores, la demanda de los clientes, etc. Con base en esa retroalimentación, los ejecutivos daban nuevas instrucciones para optimizar la productividad laboral.

Con los algoritmos, ese flujo de información se condensa en un conjunto de procesos automatizados y semiautomatizados, a la vez que se han eliminado los costosos puestos de trabajo de los supervisores y otros mandos medios. Con las aplicaciones se procesan en tiempo real los datos a partir de los cuales se emiten nuevas instrucciones, generando un bucle constante de cálculos de datos y llevando casi a cero los tiempos muertos y el tiempo ocioso.

En la argentina YPF desarrollo el año pasado una app para controlar el expendio de combustible y la eficiencia de los vendedores de servicios de cada estación, personalizando el trabajo de cada estacionero en cada boca de expendio. Su nuevo Real Time Intelligence Center (RTIC) del área de comercialización, una sala que forma parte del Plan Hermes instalada en Puerto Madero, controla al personal de sus 1600 estaciones de servicio y 1000 tiendas Full de todo el país.

El paradigma de esta nueva forma de trabajar son las empresas de base tecnológica y libres de sindicalización como Amazon que tienen a todos sus trabajadores sometidos a una intensa vigilancia, en donde la gerencia rastrea todos los movimientos mediante datos biométricos, escáneres, pulseras y cámaras de vigilancia. Así los trabajadores pueden ser sancionados o incluso despedidos si su rendimiento es bajo en métricas como las tareas completadas por hora o si pasan más tiempo en el baño de lo que el algoritmo aconseja. Sin acceso a sus propios datos ni a los de sus compañeros, bajo la presión constante de trabajar rápido, estos trabajadores fragmentados y exhaustos sufren mayores tasas de lesiones y baja por enfermedad que la media del sector.

El “algorismos” está en su salsa cuando se trata de trabajos basados en una plataforma que es la envidia del panóptico de Bentham. Por ejemplo, un chofer de Uber está sujeto a la política orwelliana de «tarifas por adelantado», donde las tarifas se determinan algorítmicamente, basándose en una «caja negra» de datos ingresados ​​sin el conocimiento del trabajador. Dado que Uber tiene el historial de datos de cada conductor, puede personalizar las tarifas para pagar solo lo que cree que aceptará cada conductor, basándose en su historial de tasas de aceptación – y no sólo en otras variables que harían un cálculo igualitario – llevando a la baja las tarifas.

Si bien Amazon y Uber pueden ser dos empresas a la vanguardia de las prácticas explotadoras de gestión algorítmica, muchas empresas, incluso en lugares de trabajo sindicalizados, están introduciendo formas simples de gestión algorítmica con las aplicaciones mencionadas al principio de esta nota. Una encuesta reciente a afiliados sindicales en Europa reveló que sólo un tercio conocía la gestión algorítmica «utilizada en la contratación, la vigilancia y la toma de decisiones diarias de los trabajadores».

Si antes había que negociar con el supervisor, los trabajadores ahora deberán hacerlo con el algoritmo. ¿Pero cómo? La filial alemana de IBM tiene un acuerdo con el comité de empresa sobre el uso de sistemas de IA en el entorno laboral. Este acuerdo exige que la IA sea transparente, incluyendo cómo los datos de entrada influyen en su toma de decisiones. Todas las decisiones de IA deben ser rastreables, para que los trabajadores puedan comprender exactamente cómo se tomó una decisión algorítmica, y debe haber personas identificables que rindan cuentas por las acciones de la IA. Los trabajadores también forman parte de un «Consejo de Ética de la IA» que evalúa los riesgos de la IA, incluyendo los riesgos para los derechos laborales.

En España, la plataforma de reparto de comida Just Eat cuenta con un convenio colectivo con Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores (UGT) que incluye un capítulo sobre gestión algorítmica. Este incluye el derecho a la información sobre los parámetros del sistema de IA de Just Eat, incluyendo las reglas e instrucciones que alimentan los algoritmos. Una Comisión de Algoritmos, compuesta por representantes de la patronal y los sindicatos, supervisa la aplicación de las disposiciones del capítulo.

Así, al conocer la información de la patronal, los sindicatos pueden comprender los puntos débiles de la empresa y la realidad de las condiciones laborales, lo que les ayuda a tomar mejores decisiones.

En Suiza, los conductores de Uber trabajaron con científicos de datos para determinar cuánto les debía la compañía, después de que un tribunal laboral determinara que eran empleados y que se les debía un salario retroactivo de 2017 a 2022. Los científicos de datos descubrieron que, en promedio, se les debía a los conductores un 20 % más de lo que indicaban los cálculos de Uber.

En Brasil, cientos de miles de conductores de Uber y otras aplicaciones similares están usado una aplicación llamada «StopClub», la que calcula al instante las ganancias por hora y por kilómetro, para que los conductores puedan decidir fácilmente si aceptar o rechazar una oferta de viaje. «Es como si nos hubieran quitado una venda de los ojos», dijo un conductor sobre StopClub.

En Estados Unidos, Armin Samii, un usuario de UberEats, desarrolló una aplicación para usuarios llamada «UberCheats». Esta aplicación utilizaba coordenadas GPS para comprobar si los usuarios habían recorrido la distancia que UberEats les había indicado. De 6000 viajes registrados por usuarios de UberCheats en todo el mundo, la aplicación descubrió que el 17 por ciento había recibido un pago inferior a un promedio de 2,2 kilómetros por viaje.

De este modo surgen aplicaciones “sindicalistas” desarrolladas específicamente para facilitar el acceso a datos que pueden devolverle parte del control a los trabajadores. Pero eso está muy verde y la mayoría de las iniciativas no han partido de los sindicatos sino de espacios marginales del movimiento trabajador.

En el siglo de las corporaciones y de la recesión democrática esa lucha que siempre ha sido desigual promete ser peor aún.

Suscribite

Suscribite

ronchamp
Amarriki
WhatsApp Image 2024-10-31 at 14.15.56
previous arrowprevious arrow
next arrownext arrow

Relatos recientes

Generación Z II

Hace una semana se cumplieron 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco y el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez decidió...

Generación Z

Se dice que los Millennials, o Generación Y – la cohorte demográfica que nació aproximadamente entre 1981 y 1996 – fueron los organizadores de...

De locos

El abogado Francesco Cossiga fue el octavo y más joven (57) presidente de la República Italiana entre 1985 y 1992 por la Democracia Cristiana. Antes...

Comentarios

Politólogo UBA, Master FLACSO, pelotari Centro Navarro.